Regresamos a uno de los discos más importantes de los 90 en España con la perspectiva de los años, pero el sentimiento retenido en aquella década
Disco: Devil came to me
Grupo: Dover
Autores: Amparo y Cristina Llanos, Jesús Antúnez y Álvaro Díez
Duración: 36:41
Publicación: 21 de abril de 1997
Grabación: 1997, en Infinity Studios de Madrid
Producción: Dover
Posición más alta en listas: 1 (Afyve) – España
Discográfica: Subterfuge
Devil came to me de Dover fue el Nevermind de Nirvana a escala local. Un disco que bebía de lo mejor del rock alternativo y el grunge, que derribó récords y barreras en la primera mitad de los años 90.
Dicen que quien no tiene sueños, no tiene escuderos.
Y a fe que los componentes de aquel Dover primigenio fueron los escuderos de sus sueños.
Subterfuge da en la tecla
El descubrimiento de una de las bandas más importantes en España, en los años 90 y primeros 2000, lo pilotó un tipo particular, un estudiante de Historia del Arte llegado a Madrid desde Alicante, Carlos Galán, quien, con la ayuda recíproca de Gema del Valle, montó un auténtico imperio a partir de una discográfica independiente.
Subterfuge.
Así la llamaron.
Requisito fundamental: la creatividad.
A Carlos Galán tuve la oportunidad de conocerlo cuando finiquitaba mi carrera de Periodismo, allá por el año 2000.
Amablemente me recibió en su despacho -lleno de figuritas, fanzines y cómics, en aquel piso de 300 metros cuadrados que adquirió en el Madrid castizo gracias a la brutal inyección económica que supuso el éxito de Dover que hoy analizamos.
El pico y pala inicial lo habían llevado a cabo desde una oficina más escueta en el barrio de Chueca.
Yo era un pipiolillo, e imagino que ni en sus peores pesadillas me recordará.
Tiramos de jeta castellana para hablar con gente como él, Luis Pastor (SER), José María Cámara (BMG), que en paz descanse, y algún que otro director prescriptor del momento para hacer mi proyecto de fin de carrera.
Hoy serían influencers musicales.
Poderoso caballero es don dinero
En aquel momento, Galán me atendió y no se mordió la lengua a la hora de contestar a ciertas preguntas.
Una de ellas, fue ésta: Las majors (grandes discográficas) se han caracterizado por surtirse de los hallazgos de los pequeños sellos como el suyo, ¿esto sigue sucediendo? (repito, estábamos en el 2000).
Al respecto, contestaba lo siguiente: «A mí me gustaría crecer y seguir manteniendo todos los grupos musicales que lanzamos y con los que trabajamos, pero, poderoso caballero es don dinero. Nuestros contratos son muy particulares, basados en la confianza mutua. Pero, cuando el grupo crece, por determinadas circunstancias ha de optar por irse a otras compañías más grandes. Es ley de vida».
Él fue quien apostó por bandas singulares como Australian Blonde, Deviot, Sexy Sadie, Najwajean o Undrop, o la gallina de los huevos de oro, que fue en lo que se convirtió Dover, grupo del que hablamos hoy en Music and Rock.

El momento en el que explosiona Dover
Hablamos de 1997.
Ese año se vendieron en España 58 millones de álbumes musicales y se facturaron 88.579 millones de pesetas -más de 500 millones de euros al cambio actual, pero bastante más si aplicamos fórmulas correctoras- por parte de una industria que debía afrontar severos retos, pero que no eran fáciles de abordar.
En aquel momento, el 40 por ciento de los discos despachados eran de grupos o autores españoles. La música extranjera estaba de capa caída…
O, al menos, eso decían las crónicas de la época.
Sin embargo, un grupo español que cantaba en inglés arrasó.
El álbum se grabó, mezcló y culminó en apenas tres semanas, en la Comunidad de Madrid, de donde procedía la banda. Y, tras su publicación, en el mes de abril, recorrería diferentes emisoras de radio -en particular fue clave el empuje que se dio al grupo desde Radio 3 de Radio Nacional de España-.
Pasado el verano, Devil came to me ya era disco de oro.
Vendió entre 700.000 y 800.000 unidades, estando a la altura de algunas de las producciones españolas de la época más promocionadas en canales mainstream.
Por ejemplo, el que para muchos es el álbum más relevante del pop español, el Más de Alejandro Sanz.
Dover se hizo con el Premio Ondas al Grupo Revelación de aquel año por este trabajo.

El concierto en el Festimad y una singular portada
Apenas unos días después de ver la luz el disco Devil came to me, Dover se hace hueco en el cartel del Festimad -el festival que tenía lugar en la Comunidad de Madrid, por entonces-.
Se celebra en Móstoles, el 3 de mayo de 1997.
El certamen, encabezado por grupos como The Prodigy, Suede, Beck u Ocean Color Scene, fue el espaldarazo definitivo a aquel singular experimento que constituyó una revolución, y convertiría a la banda liderada por unas hermanas de Majadahonda, las Llanos, en un auténtico fenómeno de masas.
Un grupo que aceptaron en aquel primer trabajo todas las tribus urbanas del momento, lo mismo lo aplaudían los heavys, que los seguidores del grunge, que lo bailaban los pijos, jersey al hombro…
La portada del disco, por cierto, fue creada por el batería de la banda, Jesús Antúnez, a partir de una fotografía de un autor polaco -según él mismo confesó-, a la que sumó unos «cuernos de vaca». La idea surgió en mitad de unos ensayos.
Es una de las más icónicas del rock español.
Canción a canción
Devil came to me
El grupo venía de un disco iniciático, titulado Sister, que tenía de una manera muy clara el poso de Nirvana, algo que se disimula algo más en Devil came to me.
El inicio del álbum es de lo mejor de los 36 minutos que componen el LP.
Letras simples pero un ritmo frenético, in crescendo, que deriva en ese guitarreo contundente de Amparo Llanos, que perfectamente podría ilustrar cualquier anuncio de televisión, en un momento en el que, el legado de los mega anuncios de Pepsi, hacía que marcas nacionales creyeran que aquella era la fórmula y apostaran por canciones españolas para sus comerciales.
Dicho y hecho.
Ellos pusieron sintonía al de Radical Fruit, una singular bebida con un singular anuncio, protagonizado por un Lancelot particular, en el que, al final del mismo, se colaba el estribillo de este single, Devil came to me.
La música, aderezada con la singular voz de Cristina Llanos dan robustez a esta canción, en la que, al escucharla por primera vez también uno se preguntaba por qué tenía aquella pronunciación la vocalista madrileña de Dover.
El esquema mental de un tipo como quien esto escribe, rondando entonces la veintena, echaba mano de su aún fresca memoria y pensaba que si el cantante de Green Day, Billy Joe Armstrong, en aquel apoteósico Dookie, lo podía hacer, por qué no ella también.
La ejecución del tema es sobresaliente e incluso en su tramo final recuerda a los mejores momentos del punk-rock californiano.
Nada que envidiar a los NOFX, por poner un ejemplo.
Loli Jackson

¿Quién fue Loli Jackson? Buena pregunta, y, francamente, no te puedo dar la respuesta.
Si bien, parece que estamos hablando de un personaje ficticio creado por la banda, inspirándose en personas reales que los integrantes de Dover conocieron en Madrid.
Se considera este tema un himno dentro del repertorio del grupo y parece aludir a una chica joven y rebelde que vive en un entorno marginal y trata de luchar contra su destino.
De esta canción, de nuevo, destacan los cambios de ritmos, y esa capacidad de ensamblar la voz rota de la morena (¿castaña?) Llanos, con los atronadores solos de guitarra de su hermana, mientras la batería suena extremadamente potente.
Esta canción, junto a Rain of the times, formó parte de la banda sonora de la película A ciegas de Daniel Calparsoro.
Serenade
Sólo por este cañonazo, merecía la pena comprar el disco entero, aunque la sorpresa venía cuando descubrías que aquel LP era mucho, muchísimo más.
Era fruto de mucho esfuerzo, pero tejido con cabeza y sencillez, algo que el público supo entender y valorar.
No siempre ocurre.
La canción Serenade de Dover fue su primer número 1, un sencillo de una fuerza colosal, escrita por Cristina Llanos.
En ella, la vocalista de Dover lanzaba un grito de auxilio, a través del cual solicitaba ayuda para evitar ese pánico a la fama.
Algo que caracterizó (y destruyó) a uno de sus más evidentes referentes, Kurt Cobain, quien se quitaría la vida en un mes de abril de 1994, tres años antes de que ellos lanzaran Devil came to me.
Con el de Aberdeen también había enormes diferencias, como esa que se han encargado de trasladar las hermanas Llanos, que aseguran que nunca han consumido sustancias estupefacientes.
Las drogas fueron las que pusieron fin a la carrera de Nirvana y a la vida de Cobain.
El salvaje club de los 27 seguro que no ha llegado a su fin.
Winter song
Ritmos acelerados. Hay cierta crítica que sitúa esta canción entre las más destacadas del trabajo. Para mí, las hay bastante mejores, como vamos a poder observar en este repaso por toda la relación de temas que compusieron el Devil came to me.
Es una canción de menos de tres minutos, con una ejecución bastante simple y una letra muy acoplada a la melodía -algo por otra parte común en todo el álbum-. Yo la pondría un 6,5 y, cómo digo, en el LP, las hay de notable y sobresaliente.
La monja mellada
El título de esta canción tiene que ver con la estancia en Londres de Cristina Llanos, quien estudió allí. En aquel tiempo permaneció en una residencia religiosa y allí había una monja mellada… Un título curioso para otro tema.
Guitarras súper distorsionadas y un grito al altavoz para arrancar.
Un riff de guitarra muy característico que nos puede recordar a The Offspring en su colosal trabajo Smash, del que también hemos hablado aquí y que, por supuesto, supuso una influencia clarísima en numerosas bandas que vieron al sello Epitaph como un sitio al que echar un ojo en aquella nueva hornada de punk-rock que escupió California en los primeros años 90 y tuvo su elongación en los siguientes años.
Otra canción sencilla pero apoteósicamente resultona.
Spectrum
Hay quien considera este tema un calco de otro de Nirvana. Melodías pop, con esos riffs que parecían una carga de artillería, para armar un trabajo que no acababa de perder la fuerza que se presupone a una banda que lleva el esfuerzo al extremo y no ceja en el empeño de ser grande. Esos últimos años de los 90 situaron a Dover en el firmamento.
El tiempo decidió que no deberían quedarse allí, si bien este disco es de lo mejorcito que se ha hecho en España.
La interpretación de la letra es diversa, si bien, si a mí me preguntan, yo diría que se adaptó un texto en inglés a una melodía previamente compuesta. Sin más.

Rain of the times
Espera hasta que la luz venga.
La guitarra de Amparo en esta canción es suprema, de altura. Y el puente que se marca su hermana, también muy bueno.
En este tema, sin embargo, se detecta una producción algo sucia, que en una gran discográfica probablemente se había vestido de otra forma. No habría tenido cabida.
Sea como fuere, el sonido de Devil came to me -gritos al uso incluidos- lo revolucionó todo, y esta canción es una buena muestra de que el trabajo original casi siempre supera el trabajo maquillado.
Pangea
Pangea fue el supercontinente que hace millones de años existió en la tierra y que abarcaba buena parte de lo que hoy son los diferentes continentes.
De nuevo, incidir en ese sonido mejorable, pero que nos traslada al mensaje que quiere ofrecer Dover, de hastío, de malestar y de hartazgo hacia lo que hay ahí afuera.
El grunge caló hondo en las hermanas Llanos, Jesús Antúnez y Álvaro Díez, los cuatro tejedores de uno de los álbumes más recordados para toda una generación y que, como a veces pasa, han decidido hacer la guerra por su cuenta.
Las hermanas sí mantienen vínculo, pero de aquellos momentos sublimes da la sensación que ya ni quieren acordarse. No tienen relación alguna.
La obra, al menos, perdura. Pero sí debería llevar a la reflexión: ¡cómo somos los humanos!
Push
Guitarra frenética, y una locución acelerada que nos acerca el quejío de una banda que se plegó a la imagen y el sonido llegado de Seattle, aunque ellos tuvieran poco que ver con el planteamiento vital de personajes como Kurt Cobain.
Judas

Una de mis preferidas.
Arranca con esa batería de Jesús Antúnez y la guitarra de Amparo Llanos hasta desembocar en un estribillo hecho a la medida -con una letra que a más de uno probablemente no hizo gracia en su día-.
Como a mitad del tema se introduce la distorsión que reforzaría la fuerza y valía de una canción que habla del traidor de Jesucristo, pero a su vez posiciona al Mesías como «un simple hombre». Nuevamente distorsiones y agitación de la barra de la guitarra para variar el sonido resultante de la guitarra eléctrica.
Sonido fresco y directo para cerrar un tema que fue de lo mejor que salió de la factoría Dover.
Nightmare
Las pesadillas, como lo que pasa en Las Vegas, deben quedarse en los peores sueños, asentadas en las primeras luces del alba.
La canción, una de las más flojas del álbum, nos invita a enfilar el tramo final del mismo.
A mí me recuerda a esas canciones de catequesis que se cantan sin excesivas ganas.
Esas que se interpretan de carrerilla, que suenan como esas olas leves que llegan a la orilla. Sin más.
Sick girl
El tema con el que se cierra este excelente trabajo nos aporta un sencillo artificio de guitarra, con acordes simples, y una batería que suena de lo más ligero de todo el LP, pero la canción deja huella.
Es de las que no pasan desapercibidas en el disco.
Nos ofrece emoción y a la vez la rotundidad de los grandes éxitos de artistas contemporáneos a su lanzamiento.

Conclusión
Si hiciéramos una media, la cosa estaría clara: doce canciones, 36 minutos y 47 segundos.
La mayoría de las pistas de Devil came to me, no llegan a los tres minutos.
Aquella era la barrera que se marcaba para el sexo y la composición la cantante de Elastica, Justine Frischmann, que dos años antes, en 1995, había triunfado gracias a canciones como Connection o Waking up, y que podría recordarnos en ciertos dejes a las hermanas Llanos.
Aunque con mejor pronunciación.
Melodías robustas, mensajes directos.
Música que probablemente no hemos vuelto a ver con la fuerza que la vimos entonces en un producto Made in Spain.
Aquel soplo de aire fresco, sí inspirado por el sonido que procedía fundamentalmente del entorno de Seattle, pero también del rock alternativo que poco a poco se había ido colando en las radiofórmulas en los 90, era resultón y gustaba.
Mucho se habló de la valía artística, en particular de las hermanas Llanos, sin embargo hay que decir que su capacidad para llegar a triunfar, eso que ahora llaman resiliencia, fue digna de elogio y ahora así hemos de reconocerlo.
Nunca tiraron la toalla, hasta llegar a la pista de despegue. Lo que vino después, fue otra cosa.
No es lo mismo que te curres algo, lo compartas con quien lo va a publicar, que que a tu lado tengas a un tropel de asesores, a gente que sabe de todo pero en realidad no siente nada, y el sello que va en la contraportada sea una multinacional.
Nada que ver.
Aunque a otros les resultara bien.
A Dover, yo, sinceramente, tengo mis dudas. Aunque, probablemente, era el paso natural.
De la ACB a la NBA, aunque no siempre se triunfa amando este juego.
Por lo que supuso este disco para muchos de nosotros, lo menos que podemos hacer es quitarnos el sombrero. Si bien, no como por aquella época, ahora ya… ahora, se nos va viendo el cartón.
Puntuación
8,6/10