Disfruta de la playlist con el concierto brindado por el artista de Isla Cristina en la localidad vallisoletana el 16 de junio de 2023
Simancas fue la cuarta parada de la gira de Manuel Carrasco en este 2023, que lleva por título Corazón y Flecha, título del noveno disco del artista que presenta en este ambicioso tour de alguien que ha sido capaz de conseguir un récord histórico hace apenas unos días: llenar durante dos días el estadio de La Cartuja de Sevilla con más de 140.000 asistentes, en total.
Aquel sueño que un día relataba el músico en televisión hace unos meses, quedó obsoleto, por el tirón del propio cantante, aquel chaval inseguro que inició su andadura en la segunda edición Operación Triunfo, en la que concluyó en segunda posición.
Contenidos de esta entrada
- 1 Qué bonito es querer corear a tu ídolo
- 2 Miles de almas… y de mosquitos
- 3 Hay que vivir el momento
- 4 Si miras a tu alrededor
- 5 Los hijos lo cambian todo
- 6 No dejes de soñar
- 7 Qué bonito es querer
- 8 El descanso del guerrero
- 9 Amor planetario
- 10 Hasta por la mañana
- 11 El listado completo de canciones
- 12 El grupo
Qué bonito es querer corear a tu ídolo
Según pudo saber Music and Rock, ésta iba a ser la única fecha del artista de Isla Cristina en Castilla y León, por supuesto uno de los que mayor caché tienen en el panorama español en este momento, si bien, posteriormente Burgos se sumó al listado de destinos de su gira.
Sea como fuere, el intérprete de Qué bonito es querer, atrae a un público muy amplio allá donde vaya. Y llenó el espacio previsto.
En Simancas, en torno a 10.000 personas corearon de manera enérgica (y constante) sus temas ya clásicos, pero también los de un último disco que, si hacemos caso del sentir del respetable, ha gustado.
Algo que no es sencillo cuando llevas casi 20 años produciendo música.
Miles de almas… y de mosquitos
Eran las 22,38, cuando arrancaba el show. No hacía falta esperar más para dar comienzo a un espectáculo que se prolongó por espacio de más de dos horas (fue algo más reducido que el que brindó Manuel Carrasco con su banda, apenas seis días antes en A Coruña), pero la primera reflexión que tenían los asistentes al aterrizar en el polvoriento complejo de Los Pinos era: ¡menudo escenario, esto en la Plaza Mayor de Valladolid no entra!
En la entrada habíamos dejado a un lado catorce trailers -de esos que se convierten en transformers (permíteme la broma)- que habían trasladado el aparataje e infraestructura de un espectáculo al alcance de pocos artistas en este momento.

Y es que, en escena nada menos que 1,6 millones de vatios de potencia, en un escenario con corredor central, cerca de 400 metros cuadrados de módulos de pantallas led y una iluminación lateral, a base de neones, que acompañó adecuadamente al enorme corazón.
Un corazón desplegado en el centro de la escena, y la flecha que recorría, de un lado al otro, un espacio que… dime la verdad, te sorprendió por sus dimensiones.
También los mosquitos se daban interesantes paseos entre el personal, en particular a aquellos que teníamos el móvil en la mano (en mi caso, por cuestiones obvias), por aquello de su luminosidad.

La otra reflexión que más de uno hizo, móvil en mano para registrar esa canción especial, o simplemente la que uno más corea bajo la ducha, consistió en maldecir a más de un mosquito que se posaba en la pantalla iluminada.
Más de uno se cobró su presa.
El show, por cierto, empezó, como viene haciendo hasta este momento en el inicio de su gira, con el tema que le da nombre, Corazón y flecha.

Hay que vivir el momento
Reconozco no ser un gran seguidor de Manuel Carrasco -supongo que eso que me pierdo-, pero probablemente su timidez y esa calma del sur, que se rasga cuando la piel siente la música, le han llevado a donde está ahora, como digo, entre los artistas con mayor reconocimiento y cotización del momento.
Puro sentimiento.
No creo que lo suyo, francamente, sea duende, esa malograda expresión que se encargaron en su momento de machacar ciertos artistas y que pulula, como pez en el agua, en programas de talentos en los que el flamenquito, por supuesto siempre va a tener mejor prensa que una excelsa interpretación en inglés. Pero esa es otra historia.

Cuando Manuel Carrasco pisa ese tablao al que se sube cada noche, se nota cuando uno es músico con mayúsculas.
Por muchas cuestiones.
En esta época de sucedáneos y calcomanías que alberga el panorama de la industria musical el aire fresco se agradece.
Esa piel, de la que hablaba hace un rato, por cierto, no muestra tatuaje alguno. Sus tatuajes, probablemente, sean todas y cada una de sus canciones.

En los tiempos que corren, esa circunstancia, también dice mucho de Manuel Carrasco. Cada cual hará su lectura, por supuesto.
Si miras a tu alrededor
Carrasco ha iniciado otras giras en el centro peninsular, con Castilla y León en el radar, como si fuera una Vuelta a España, para ir acercándose a esa plaza nada sencilla que es Madrid.
En su caso, con el aval de lo ocurrido en Sevilla, parece que el éxito lo tiene garantizado.

Ésta es una parada obligatoria, porque supone un buen talismán, razonaba el cantante de Isla Cristina en Simancas, con ese hinchable de color rojo pasión detrás, para soltar a continuación uno de sus toma que toma, pá, pá… previo a una de esas carreras que se echó a lo largo de un escenario que abría los brazos al público más próximo, separado por una valla del resto.
Pero dos horas dan para mucho.

También para recordar uno de los mayores éxitos de Jarabe de Palo, y del eterno Pau Donés (1966-2020), como su baladón Agua, en un medley en el que también tuvieron hueco Yo te vi pasar o el Volando voy de Camarón.
Momentos de comunión que uno encuentra en pocos sitios, preferentemente conciertos.
Los hijos lo cambian todo
Hay un dicho popular que dice que los hijos lo cambian todo.
Es mentira, me lo acabo de inventar. Pero la realidad es esa.
Que se lo digan, si no, a Manuel Carrasco -casado con la periodista Almudena Navalón- que, con dos hijos, ya sabe lo que es el amor incondicional y el aprendizaje constante que supone la crianza.

Lo deja claro en Coquito, otro de los temas coreados en una noche de calor en Simancas -ni un jersey-, en la que el artista portó un traje de chaqueta azúl oscuro, con chaleco incorporado, y que a uno le provocaba los siete males.
Precisamente, por esos grados que marcaba el termómetro.
Sí, yo también me fijé en la mala disposición de la costura de la bragueta…
¡Qué le vamos a hacer, el estilismo de las estrellas tiene estas cosas! Un mal planchado puede jugar una mala pasada…
Y ahora, entre las más coreadas. Porque Carrasco palpa como pocos el sentir de una parte extensa del público.

Esa es una de sus armas. Otra, su sonrisa perenne.
- Esa gente del fondo, ¿cómo vais?
- Guapoooo, tío bueno…
- Qué energía, con estas cositas uno se viene arriba.
Y uno mientras piensa en la retahíla de letras que ha de memorizar y que expone durante un mítin de algo más de dos horas…
- Me voy a concentrar – ironiza, algo ruborizado.
No dejes de soñar
Manuel Carrasco ha dado en la tecla y tiene ya un buen puñado de canciones para corear.
También para correr el tendido, de lado a lado.
El público de las primeras filas lo da todo. Como él.
Él responde, de vez en cuando, haciendo ojitos al respetable.
Guiño por aquí, guiño por allá.
Hay una chica, no sé si a hombros de alguien o sobre la valla, que muestra una pancarta.
Se lee: Amor planetario, el título de otra de sus canciones. Irá más adelante.
Que nadie -aquel exitazo que logró Manuel Carrasco junto a Malú– sube al escenario. Obviamente, sin la sobrina del gran Paco de Lucía.
En el reverso el mensaje es otro: tu firma, mi próximo tatu…

Para alguien sin una gota de tinta en el cuerpo, no parece el mejor reclamo.
Pero el cartel se convierte en parte de la escenografía del espectáculo.
Y, qué narices, hemos venido a jugar…
Nunca hay que dejar de soñar.
Y entonces, una mariposa se posa sobre el hombro del gran protagonista de esta cálida noche.
Qué bonito es querer
Sobran los problemas, decía una canción. Solemos fijarnos en las noticias negativas, ciertos lugares sólo copan titulares cuando acontece en ellos una desgracia.
Pero hay un sentimiento de unidad siempre en torno a las cosas buenas, a los mensajes positivos, a la alegría de compartir los grandes momentos.
Ocurre con Qué bonito es querer, probablemente la canción más carismática (al menos la más escuchada en Spotify) de Manuel Carrasco, desde que la lanzara, hace ya cinco años.

Grandes globos empiezan a sobrevolar las cabezas del respetable.
Hay quien pone demasiada carne en el asador, y hay algún que otro coscorrón.
Son las cosas del directo.
En el escenario aparecen las primeras llamaradas. No, no hay un incendio. Tranquilidad. Forma parte de la escenografía de En el bar de los pesares. Habrá alguna lengua de fuego más…
El descanso del guerrero
Parón. Reposición de fuerzas. Estamos al filo de la medianoche.
En la pantalla, un corazón hueco, en el que se va mostrando a algunos asistentes.
El rótulo reza Bésame otra vez, así que hay quien tiene que hacer el esfuerzo.

O no.
Al más puro estilo USA, si te enfocan, ahí te las veas…
A continuación otro ramillete de canciones. Y de emociones.
Hay un abrazo reservado para el hermanísimo del artista, David, al saxo.
Sintonía.

Emerge, en el centro del corredor que acoge el escenario, un piano, pintado a trazos. Recuerdo que, hace sólo tres semanas, Chris Martin, el líder de Coldplay hacía lo propio en el Olímpico de Barcelona.
Y llega otro momento mágico para los asistentes. También para el frontman.
Asume la responsabilidad Pucci, a los coros. Con solvencia. Los pelos de punta para más de un entregado fan.
Caras de emoción.
Amor planetario
Seguro que si preguntamos al chat GPT que cuántas canciones de las que mayor éxito han atesorado en las cuatro o cinco últimas décadas son de amor, nos dará un porcentaje elevado. O no.
Aún falla más que una escopeta de ferias.
Pero, ojito.
Que se marque una crónica como ésta.
Le reto.
Venga… que me disperso.
Llegamos al tramo final del show. Manuel Carrasco ya se quita la chaqueta. Cosa que le alegra a él y a una parte del público. La chica de la pancarta sigue en sus trece.
Llega Amor planetario.

También hay hueco para recordar a Elena Huelva, la influencer que perdió la vida con apenas 20 años y dio una lección de vida a un mundo de prisas, ansias y envidias.
El aplauso más extenso de la noche se lo lleva su imagen, la de una luchadora contra el cáncer que no pudo ganar. Mujer de las mil batallas.
El último disco del artista, como digo, gusta. Mucho.

Hasta por la mañana
Ya se acaba, Simancas.
El que avisa no es traidor, es avisador.
La gente del fondo, ¿estáis ahí?
Manuel Carrasco tiene más tablas que un escenario flamenco, pero le puede la timidez. En unas horas, vuelve a actuar en Burgos.
Va siendo hora de plegar velas.
Pero hay que arengar al respetable.
Esta noche nos vamos a quedar hasta por la mañana.
Que no, que no, que no, que no me da la gana…

Acaba por los suelos.
Hace una semana, Slash hacía lo propio en el Metropolitano.
Imágenes que le persiguen a uno. Sentires diferentes. Amores diferentes.
Pero, amor… en definitiva.
El listado completo de canciones
1. Corazón y flecha
2. Tambores de guerra
3. Hay que vivir el momento
4. Me dijeron de pequeño
5. Si miras a tu alrededor
6. Ayer noche
7. Uno x uno
8. Coquito
9. Vamos a contar mentiras
10. Y ahora
11. Bailar el viento
12. Siendo uno mismo
13. Sígueme
14. Agua

15. Yo te vi pasar
16. Volando voy
17. Qué importa
18. No dejes de soñar
19. Déjame ser
20. Eres
21. Qué bonito es querer
22. En el bar de los pesares
23. Volviste
24. Soy afortunado
25. Que nadie
26. Mujer de las mil batallas
27. FUE
28. Ya no
29. Aprieta
30. Amor planetario
31. Tan solo tú
32. Yo quiero vivir
33. Hasta por la mañana

El grupo
Manuel Carrasco: Voz, guitarra, piano.
Rober Sánchez Lavella: guitarra rítmica.
Francois Le Goffic: guitarra.
Pepe Curioni: bajo.
Christian Chiloé: batería.
Javier Lozano: teclados.
David Carrasco: saxo.
Pucci: Coros, percusión.