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El cantante de Def Leppard, Joe Elliot, durante su actuación en Madrid. Domingo J. Casas

El mejor hair rock de los 80 se adueña del auditorio Miguel Ríos de Rivas de la mano de Def Leppard y Mötley Crüe21 minutos de lectura

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La suspicacia angelina y la elegancia británica se pasean ante 25.000 personas con memorias que siguen latiendo

Ayer tocó concierto de Def Leppard y Mötley Crüe, en Rivas-Vaciamadrid. Según el cartel, pero en el orden inverso, precedidos por Los Sex, en un auditorio Miguel Ríos que casi se llena (25.000 personas), y que sirvió para recuperar una parte de finales de los 80 y principios de los 90, en la que los sonidos de guitarra copaban la música.

Concierto de Def Leppard y Mötley Crüe

Algo que no sucede ahora.

Por desgracia.

Se quejan los vecinos de Rivas-Vaciamadrid por el ruido que genera este espacio, aunque hay que decir que la programación habitual del mismo son shows de otros estilos, sobre todo los llamados ahora sonidos urbanos, que por aquí calificamos de otra manera, menos generosa.

Ruido.

La búsqueda de aparcamiento, por cierto, un horror en la zona.

Pero es lo que hay.

E íbamos porque queríamos, igual que un par de horas más tarde de dejar el coche en una de las numerosas zonas de adosados del entorno, hubo cuatro mujeres que mostraron sus encantos al respetable.

Eso, que mostraran a las cámaras sus tetas. Como había pedido Tommy Lee.

Te lo cuento en breve.

Nadie nos obligó. Ni a aparcar en Cuenca, ni a enseñar pectorales.

Una gira de altura

Tiene mérito, antes de pasar a moldear la masa, como en esa conocida marca de pizzas, que un par de grupos con sus componentes bordeando -o superando- los 60, se muestren con la rotundidad que lo hacen.

O que lo hicieron anoche.

Es cierto que, como ya ocurría en su día, no hay punto de comparación, por ejemplo, entre las voces de Vince Neil y la de Joe Elliot.

Las comparaciones son odiosas.

De hecho, había que seguir el móvil para entender algunas de las letras que soltaba por su boquita el primero. 62 castañas.

Vince Neil, vocalista de Mötley Crüe © Domingo J. Casas

Nada que ver con la flema británica mostrada por el rockero que luce el peinado a lo Severus Snape, el de Harry Potter. 63. Castañas, digo.

Su gira, que arrancó el febrero en territorio mexicano, ha ampliado fechas y, si bien, ha transcurrido fundamentalmente por territorio europeo, regresará a Estados Unidos y el país azteca, para culminar en agosto allí.

Todo un logro.

Seguimos llenando estadios, Rick.

Empezamos bien

En la cola nos encontramos, un poquito más adelante de donde estamos nosotros a uno de los mejores youtubers musicales de este país.

Asiste, como uno más a la grada B, y le pedimos una foto. Imagino que los de alrededor dirían: ¿quién es este pavo, no es Bardem, no?

No, no lo es.

Yo le explico a mi hijo -a mi vera- y tras tomar la instantánea -esas sufridas novias, no sabéis cómo os entendemos y os agradecemos la paciencia- educadamente y apenas robándole 10 segundos de cambio de ruedas en el pit stop, para no incordiar, le paso la foto a mi amigo Santi, el músico, y me dice:

Leches, Shaun, Shauntrack para los amigos.

Chemartaco con Shauntrack

Amén. El sevillano, que disecciona las canciones como Dios manda, porque es músico y yo diría que heavy (lo tiene todo), se acerca hasta Rivas para ver uno de los shows que no podían perderse los amantes del rock este verano. Aunque haya coincidido con el Imperium de Cartagena (hasta allí se acercaban Halloween).

Leo en sus redes que el fenómeno, con más de 3 millones de seguidores en Youtube (esto yo no lo sabía, pero sí, hay quien hace cosas guapas y tiene millones de seguidores), también estuvo viendo a Rammstein.

De la banda alemana también se ven zamarras. Él no, luce una más flamenca…

Mötley Crüe despega

Empieza el show apenas unos minutos después de la hora prevista, pese a que apenas cinco minutos antes de las nueve estábamos haciendo cola.

El sonido de la guitarra de John 5 -quien sustituyó hace un año a Mick Mars y hubo quien sentenció aquello de: pues si él no va, yo tampoco– fue lo mejor de la noche entre los angelinos. 

Al igual que los acompañamientos vocales de las coristas Hannah Sutton y Ariana Rosado, a pesar de que su pegada musical se desluce entre tanto contoneo, baile, ida y venida.

Al estilo de aquellas películas en las que billetes y pool dancers copaban las sesiones programadas en las salas de cine.

Hay que decir que ellas sí se ganaron anoche el sueldo. Acabaron sudando, de hecho, también porque el ambiente imponía calor a rabiar. 

Tommy Lee, en puridad, también estuvo soberbio, a mi modesto entender.

Como el citado John 5.

Suena, en un momento dado el Seven Nation Army de The White StripesLo lo lo lo lo lo lo.

El bajo a cargo de Nikki Sixx, quien bajo esa máscara siniestra de ojos, buscaba la aprobación del público cada cierto tiempo, también se desempeñó con suficiencia en Rivas.

Queda claro, por tanto que esta reflexión se dirige fundamentalmente a la escasa fuerza de la interpretación de Vince Neil, sucumbido al paso del tiempo, algo que se nota más en las cuerdas vocales que en las de una guitarra, porque los dedos hacen callo, incluso a las pocas semanas de empezar a rasgar las cuerdas.

Tommy Lee, batería de Mötley Crüe © Domingo J. Casas

La bandera y las mujeres hinchables

También hubo tiempo para que Sixx cogiera una bandera de España y se acercara al centro del escenario, una pasarela que los americanos utilizaron con mayor asiduidad que la banda que iría posteriormente en la agenda prevista del show.

Aquello no debería molestar a nadie, pero ya se sabe que este país está lleno de sensibilidades para todo.

Supongo que cuando vienes a España a cantar o a hacer el pino ante gente, la primera vez, bueno; la segunda, abres los ojos alucinado; y a la tercera piensas: que les zurzan. Y a otra cosa.

Extrapolando la reflexión, veamos cómo hacen gala de su bandera los estadounidenses, se la ponen hasta en las camisas para estar en casa.

O tal vez sea eso.

El espectáculo de los californianos transcurrió sin altercados -eso vino después, cuando ya se asienta el alcohol en los cuerpos prietos-.

De hecho, arrancó la mar de tranquilo, con un requiem de Mozart, el Requiem in D minor, K. 626. No sé si así buscan parecerse a los inicios de los arranques de Metallica, con Morricone, pero… nada que ver.

No olvidaron tocar sus temas clásicos (la traca final, con Girls, girls, girls o Kickstart my heart y con unas enormes mujeres hinchables a los laterales del escenario principal, cuya vestimenta emularon Sutton y Rosado).

Antes, habíamos escuchado Shout at the devil, Too fast for love, Looks that kill, Home sweet home, Same old situation, o el popurri, con Gary Glitter, Brownsville Station, The Beatles, los Sex Pistols o los Ramones.

Pajares y Esteso a la americana

Sabíamos a lo que íbamos.

Esto hay que decirlo.

De manera que si alguien se llevó las manos a la cabeza en el momento en el que el batería de Mötley Crüe pidió a las asistentes que enseñaran esa parte que esconde el biquini, se había perdido algún capítulo de la vida del tipo que protagonizó el vídeo sexual más buscado de los 90 -junto con el de aquel otro de Ricky Martin y Sorpresa Sorpresa-.

El que nos ¿ocupa? estuvo protagonizado por Tommy Lee y la explosiva Pamela Anderson. Él, un rockero californiano de la vieja escuela; ella, probablemente la mujer más deseada del mundo en aquel momento, por su papel en Los vigilantes de la playa.

Sí, efectivamente, ha llovido demasiado, pero es evidente, por lo visto ayer, que en Estados Unidos la opinión pública ha digerido los años de otra manera diferente a cómo lo hemos hecho aquí. 

Hay quien se escandalizó por lo que vino tras ese momento en el que suben tres fans de la banda norteamericana al escenario.

Uno de ellos vestido ¿de unicornio? -¡por esto no nos escandalizamos!- y dos chicas, entre las que se encontraba una de esas cuatro que dieron gusto (entiéndaseme) al tatuado baterista, mostrando sus domingas al respetable.

Nadie las obligó.

Creo. 

Ya os digo que, lo señaló él, cierto, pero es un hecho que a Tommy Lee se le llegó a pasar por la cabeza enseñar su cosita.

Para compensar.

Aunque, como él mismo apuntó, en ese caso habría pasado horas en el calabozo.

Y la gira continúa.

¿Postureo? Muy probablemente.

Rock businesses

Def Leppard, el baúl de los recuerdos

No viví a tope la edad dorada de Def Leppard, en el tramo último de los 80. Bastante tenía con desollarme las rodillas, hacerme marcas que aún conservo en la cara y vivir excesivamente deprisa a mis poquitos años.

De hecho, probablemente fueran los más locos de mi vida, ahora que lo pienso, con los de Salamanca. Ains

Pero sí es cierto que aquel recopilatorio que fue Vault (1980-1995), que los británicos publicaron en ese último año, lo cambió todo.

Mi colega Diego lo compró en CD y, muy probablemente, lo rayamos de tanto usarlo.

Ayer el concierto trajo también recuerdos de aquella época.

Y de posteriores, cuando nos sumergimos en la música que tejen Elliot y compañía.

Por entonces, descubriríamos la historia de superación de Rick Allen. Un tipo que toca la batería con la soltura de un pulpo, pero con la circunstancia intrínseca de que sólo conserva un brazo, tras sufrir un accidente de tráfico.

Su empeño le llevó a seguir en la banda, a partir de un sistema único para que la percusión sonara como sonó, suena y sonará, siempre que él esté tras los tambores.

Joe Elliot, vocalista de Def Leppard © Domingo J. Casas

Joe Elliot, vocalista de Def Leppard © Domingo J. Casas

Desde el minuto cero, mejor sonido

Leo en alguna crónica que había muchas camisetas negras -a pesar del calor-.

Es lo que toca. Yo llevé una de los Stones, al igual que mi chica.

Pero había de todo, fundamentalmente de los dos grupos intervinientes (con el permiso de Los Sex).

El merchandising, muy accesible, no así su precio, que ha pasado -como todo, con subidas, hay que fastidiarse- de costar 35 a 45 eurazos, de un plumazo.

Espero que alguna de esas mentes expertas que dicen saber todo de economía, un día se detengan a analizar cómo narices pueden pasar a costar alimentos un 65% más, cuando nos están contando que han subido un 12%.

Pero eso, nunca mejor dicho, es harina de otro costal.

El sonido, que es a lo que íbamos, fue potente a lo largo de toda la noche, si bien, durante el paseo militar que se dieron Def Leppard, sonó con un empaque y rotundidad mayor.

Desde el minuto cero.

Eso ya lo intuíamos incluso con esa versión femenina del Heroes de Bowie, que mostraba en pantalla la cuenta atrás.

Phil Collen (guitarra principal) y Vivian Campbell -quien, en su día, tuvo que afrontar el papel nada sencillo de sustituir a Steve Clark, quien participó en los discos-columna vertebral de la banda, Hysteria y Pyromania-. Ambos, soberbios. Def Leppard no defraudó.

Por algo, al menos en España, eran cabeza de cartel.

Desgranando la madeja

La cuestión es que los británicos son músicos y van a lo que van (a tocar su música) y pese al empeño frustrado y constante de Elliot por que el público le regalara some noise, como el calor apretaba de lo lindo y había quien la graduación de la bebida tomada previamente ya le empezaba a reportar los efectos secundarios esperados, hicieron muy bien en no salirse del guion.

Y, al igual que sus predecesores en escena, repitieron, una por una, las canciones que habían introducido el día anterior, en la setlist que manejaron en Oeiras, en el Festival Stage de Portugal.

Si funciona, no hay que tocarlo.

Bueno, en este caso, al revés: hay que tocarlo tal cual…

Si se echa en falta algún tema de Adrenalize, del que simplemente ordeñan (perdón, si a alguien ofendo) su Let’s get rocked.

En aquel álbum tenían hits como Have you ever needed someone so bad, Heaven is o Make love like a man.

Aunque, con este último sencillo, probablemente, volveríamos a lo mismo. Nos hemos pasado de vueltas.

Para unas cosas nos ponemos anteojeras, como los caballos, para otras, somos la crítica andante.

Arrancan con Take what you want, extraído de su último disco. Aunque en los anuncios previos al espectáculos ya nos indicaban que han grabado con una Sinfónica sus grandes éxitos.

Luego el citado Let’s get rocked, un himno a la eterna adolescencia, y ya nos volcamos en sus discos estelares.

Sting no lo habría hecho mejor

Bueno, tal vez sí.

Esa camisa roja con toques negros, la piel de leopardo que se quiso acercar a Madrid Joe Elliot, no se la habría puesto en la vida Sting. Me recordó a estas señoras teñidas, con los labios rojos y el bolso a juego con la camisa de leopardo. Eso sí es de otra época…

Joe Elliot, vocalista de Def Leppard © Domingo J. Casas

Joe Elliot, vocalista de Def Leppard © Domingo J. Casas

En fin, Gordon Matthew Thomas Sumner, la picadura para los amigos, es pura elegancia en el escenario. La maquinaria de Def Leppard tampoco va mal engrasada.

En absoluto.

Pese a tener un par de años más que Vince, Joe llega con su voz donde le place. Y muestra, en ciertos momentos del show, su poderío.

Los británicos apuestan más por el sonido que por la imagen. Los americanos, han hecho en sus 90 minutos precedentes, gala de mayor cuidado con la cámara y los efectos visuales que son los sonoros.

Y eso que, como he dicho, los decibelios han tratado con benevolencia al rock duro de los angelinos.

Pero volvamos a Def Leppard.

Suenan, por este orden, y dando continuidad a ese inicio, Animal -soberbia-, Foolin’, Armageddon it o Kick.

Ahora sí, en el pasillo central, Elliot, guitarra acústica en mano se lanza con un trocito de Love bites, otra de las grandes baladas de estos británicos que saben cómo barnizar de pop su sonido colosal.

Promises y This guitar dan paso a una versión ultrarreducida de When love and hate collides. Qué le vamos a hacer.

Rocket, yeah

Llega la traca final, con algunas de sus canciones más emblemáticas.

Ese tramo último de la doble sesión parte de Rocket y tiene continuidad con Bringin’ on the heartbreak -como digo, los amos componiendo baladas-. Switch 625, con un solo del genial Allen a la batería, da paso a Hysteria.

Aunque el hit más coreado es el siguiente de la setlist.

Con Pour some sugar on me la gente se vuelve loca, y otro desalojo a nuestro alrededor.

Los servicios de seguridad se están empleando con contundencia.

Rock of ages también tiene el aplauso del público, y, siguiendo la puntualidad británica, los Def Leppard cumplen con su hora y media -como antes hicieron Mötley Crüe-. Pero los Def no se anda con bromas, ni con comentarios no aptos para ofendiditos (porque saben que los hay de todos los colores).

Siguen el guion y triunfan.

Dejan buen sabor de boca tomando una fotografía desde el escenario.

Photograph para cerrar tres horas largas de buena música.

De muchos recuerdos.

De memorias que siguen latiendo.

A la fuerza

En algunos momentos uno tenía la sensación de estar en aquellos conciertos de finales de los 80 y principios de los 90 de los que circulaban vídeos en VHS, con los encargados, cuadrados como un armario, sacando a los asistentes que se habían pasado con las cervezas u otras sustancias. 

La verdad es que, en particular en el tramo del show de Def Leppard -éramos mucha gente, el calor apretaba, y el concierto se prolongó durante dos hora y media- salieron por el lateral más próximo al escenario cuatro personas, dos a la fuerza y otras tantas asistidas por los servicios de emergencias.

No hay que dejar de señalar que, haciendo gala de nuestro sentido patrio y esa fama de pícaros que atesoramos desde hace muchos siglos, un buen puñado de paisanos -imagino-, que se saben el asunto, se encontraban justo al lado de los graderíos del Auditorio Miguel Ríos.

Al aire libre, como el resto, pero imagino -a tanto no me da la vista- que con su neverita, sus cervezas, su tortilla de patata, y sonriendo más anchos que panchos.

Enhorabuena, familias. 

Nos quejamos de la testosterona prostática de los californianos, pero hacemos la vista gorda con el salseo patrio.

Doble vara de medir que no mola.

A mí estas cosas ya ni me molestan, la verdad.

Listas de canciones

Mötley Crüe

1 (previa). Requiem in D minor, K. 626

2. Breaking News

3. Wild Side

4. Shout at the Devil

5. Too Fast for Love

6. Don’t Go Away Mad (Just Go Away)

7. Saints of Los Angeles

8. Live Wire

9. Looks That Kill

10. The Dirt (Est. 1981)

11. Guitar Solo

12. Rock and Roll, Part 2 / Smokin’ in the Boys Room / Helter Skelter / Anarchy in the U.K. / Blitzkrieg Bop

13. Home Sweet Home

14. Dr. Feelgood

15. Same Ol’ Situation (S.O.S.)

16. Girls, Girls, Girls

17. Primal Scream

18. Kickstart My Heart

Def Leppard

1 (previa). Heroes (David Bowie)

2. Take what you want

3. Let’s get rocked

4. Animal

5. Foolin’

6. Armageddon it

7. Kick

8. Love bites

9. Promises

10. This guitar + Drift away

11. When love and hate collide

12. Rocket

13. Bringin’ on the heartbreak

14. Switch 625

15. Hysteria

16. Pour some sugar on me

17. Rock of ages

18. Photograph

Notas

Mötley Crüe

8,1/10

Def Leppard

9,3/10

Nota: Muchas gracias al siempre generoso y genial Domin J. Casas por las fotos que veía firmadas por él. Para este blog, como sabéis, el mejor fotógrafo de conciertos de España

Chema Sánchez

Soy Chema Sánchez, Chemartaco, periodista, músico frustrado y amante de todo lo que suene bien. Music and Rock es la web de análisis de canciones, críticas de libros musicales, entrevistas y crónicas de conciertos creada en noviembre de 2017. Con esta web he sido finalista en los Premios 20blogs de 20minutos en 2019 y ganador en la categoría "Blog Personal" en la XIV edición, en 2020. En 2021 el blog recibió el premio al "Mejor Blog" de los VI Premios Transformación Digital de Castilla y León. ¿Me acompañas? Contáctame en: musicandrock@musicandrock.com

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